Los comentarios de Trump sobre el Mundial ponen a Infantino en una situación incómoda
Con menos de un año para el Mundial de 2026, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, vuelve a estar bajo un renovado escrutinio por la relación de la organización con el poder político en Estados Unidos una cuestión cada vez más difícil de ignorar tras una serie de apariciones de alto perfil junto a Donald Trump.
El momento más reciente tuvo lugar esta semana en una reunión en la Casa Blanca, donde el ex presidente habló sobre posibles ajustes respecto a las ciudades anfitrionas estadounidenses del Mundial.
Sus comentarios, y la presencia de Infantino a su lado, han reavivado un debate más amplio acerca de las presiones políticas que podrían estar influyendo en los preparativos del torneo más grande en la historia de la FIFA.
Un debate reavivado en Washington
Durante la sesión en el Despacho Oval, Trump sugirió que algunos partidos podrían reasignarse desde ciertas ciudades si las autoridades federales consideraran un recinto inseguro o poco cooperativo.
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Según reportó The Guardian, sus declaraciones parecían estar dirigidas a ciudades gobernadas por rivales políticos, aunque no se establecieron criterios formales.
Infantino, quien hace tiempo sostiene que el fútbol debería operar de forma independiente de la política, no expresó objeción alguna. Analistas interpretan ese silencio como una señal de un posible giro en la postura pública de la FIFA, especialmente en un momento en que las autoridades estadounidenses asumen un rol más activo en los preparativos del Mundial 2026.
Patrones que precedieron al último punto de tensión
La reunión de esta semana es la más reciente en una serie de apariciones políticamente cargadas del presidente de la FIFA. Según el reporte de The Guardian, Infantino asistió la pasada primavera a una cumbre en Oriente Medio respaldada por la Casa Blanca, llegando tan tarde al congreso de la FIFA que los delegados de UEFA protestaron con una breve salida.
Más tarde participó en discusiones regionales sobre Gaza en Egipto y anunció un nuevo “premio de paz” de la FIFA que será revelado durante el sorteo del Mundial 2026 en Washington. Esa iniciativa generó comentarios dentro de círculos del fútbol europeo, donde algunos funcionarios cuestionaron si el galardón no corría el riesgo de convertirse en un gesto político más que en un honor deportivo.
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Expertos en gobernanza deportiva señalan que, si bien presidentes de la FIFA siempre han interactuado con jefes de Estado, pocos lo han hecho con la frecuencia o visibilidad de Infantino en Estados Unidos.
Un cambio inusual en la influencia
Históricamente, los gobiernos anfitriones se han adaptado a los requisitos de la FIFA modificando leyes, regulaciones policiales o normas comerciales para satisfacer las demandas de la organización. Pero ahora, la relación parece evolucionar en la dirección opuesta.
Analistas citados por The Guardian y otros medios sostienen que el torneo de 2026 prueba nuevos límites en cuanto a influencia política.
La sugerencia de Trump de que algunas ciudades anfitrionas podrían ser reemplazadas representa una ruptura con las prácticas anteriores; un cambio así no tiene precedentes en los 95 años de historia de la Copa del Mundo.
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La incertidumbre genera una carga práctica para los aficionados internacionales, muchos de los cuales ya están planificando viajes de larga distancia y afrontando elevados costos de alojamiento.
Varios consultores de turismo deportivo advierten que incluso un cambio hipotético de sede podría afectar seguros, planificación y mercados de reventa de entradas meses antes del inicio del evento.
La experiencia de los aficionados y el aumento de los costos
En medio de estas dudas políticas, los seguidores también han manifestado preocupación por la asequibilidad. La introducción por parte de la FIFA de precios dinámicos un modelo que ajusta el precio de las entradas según la demanda ha elevado el coste de algunos asientos por encima del presupuesto de un aficionado medio.
Si los partidos se reubican, los costos de viaje podrían dispararse, especialmente en un torneo que cubrirá Estados Unidos, México y Canadá.
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Andrew Giuliani, quien lidera el grupo de trabajo estadounidense para el Mundial, ha descrito el evento como un gran hito cultural y atribuye a Trump un papel clave en traerlo a Norteamérica.
Infantino ha repetido ese optimismo, calificando la edición de 2026 como “la Copa del Mundo más grande y más inclusiva de la historia”, según los reportes de The Guardian.
Pero los críticos argumentan que la realidad para los aficionados podría sentirse menos inclusiva, dada la subida de precios y la incertidumbre sobre la estabilidad de las sedes.
Una conversación más amplia sobre la dirección de la FIFA
El mandato de Infantino ha coincidido con una reflexión global sobre el “sportswashing”, un término que describe el uso de grandes eventos deportivos para reforzar agendas políticas o mejorar la reputación de países.
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Lo que alguna vez estuvo limitado a grupos de derechos humanos y círculos académicos, hoy es una preocupación ampliamente compartida por aficionados del fútbol en todo el mundo.
La expansión de premios, ceremonias y apariciones políticas incluyendo el nuevo premio de paz ha intensificado el debate sobre la independencia de la organización. Algunos expertos en gobierno deportivo advierten que la línea entre diplomacia y respaldo político se vuelve cada vez más difusa.
A medida que se acerca la Copa del Mundo de 2026, la FIFA enfrenta un doble desafío: gestionar la logística de su torneo más grande hasta ahora y simultáneamente tranquilizar a aficionados y autoridades de que las consideraciones geopolíticas no eclipsarán el deporte en sí.
Fuentes: The Guardian.
