El paseo que definió a Franz Beckenbauer
Los fuegos artificiales ya se elevaban en la noche romana cuando terminó la final del Mundial de 1990. Alemania Occidental había derrotado a Argentina 1‑0 en el Estadio Olímpico, recuperando el trofeo cuatro años después de haber perdido contra el equipo de Diego Maradona en México.
Para la mayoría de los jugadores, ese momento desató una celebración instintiva. Se quitaban las camisetas, los fotógrafos invadían el campo y la ceremonia empezaba a tomar forma. Y, sin embargo, una figura se movía de manera diferente.
Franz Beckenbauer, el director técnico del equipo, caminaba solo sobre el césped. No levantó los brazos ni buscó a sus compañeros. Durante unos minutos, pareció desligado de la ocasión que acababa de definir.
Un momento que perduró
La imagen ha perdurado no porque fuera dramática, sino porque se resistía al drama. Alrededor de Beckenbauer, los jugadores celebraban en grupos, perseguidos por las cámaras. Él caminaba lentamente, casi distraído, como si estuviera entre la responsabilidad cumplida y algo que aún no había procesado.
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Beckenbauer luego luchó por explicar lo que sintió. “Todo estaba tan lejos. A pesar de que había tanto júbilo y un ambiente tan fuerte. Yo solo estaba en el campo, noté que me estaba moviendo. Pero tenía la sensación de que alguien me empujaba. Alguien me instaba a seguir. Alguien tiraba de mí. ¿Pero qué estaba pensando en ese momento? No lo recuerdo. Probablemente estaba soñando”, dijo en una reflexión posterior, según lo informado por AFP.
En ese momento, fue simplemente una escena fugaz. Con el tiempo, se convirtió en algo más.
Fútbol en un año de convulsión
El Mundial de 1990 se desarrolló en un período de cambio histórico en Alemania. El Muro de Berlín había caído menos de ocho meses antes y la reunificación se acercaba, aunque aún era incierta. Las estructuras políticas iban por detrás de la emoción social.
Aunque ningún jugador de la antigua Alemania Oriental formaba parte de la selección en Italia, el torneo fue seguido y celebrado en ambos estados. Retrospectivas posteriores de BBC Sport y medios alemanes describieron la victoria como una de las primeras experiencias nacionales ampliamente compartidas después de décadas de división.
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El fútbol no causó la reunificación, pero ofreció un raro momento de claridad colectiva. Para muchos observadores, la presencia tranquila de Beckenbauer en el campo llegó a simbolizar estabilidad en un momento en que el propio país navegaba una transición.
Autoridad sin teatralidad
Con 44 años, Beckenbauer se unió a un club exclusivo. Solo Mário Zagallo, de Brasil, había ganado antes la Copa del Mundo tanto como jugador como entrenador. Sin embargo, el enfoque de Beckenbauer difería del arquetipo fogoso que a menudo se asocia con el fútbol de torneos.
En público, proyectaba serenidad. Antes de la final, sus instrucciones fueron mínimas. “Salgan, diviértanse y jueguen al fútbol”, les dijo a sus jugadores. Detrás de esa simplicidad estaba una preparación rígida. Según informes contemporáneos de AFP, cada rival había sido estudiado en detalle y cada jugador entendía su papel preciso.
Este equilibrio entre libertad y control definió la campaña de Alemania.
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Cuando la calma dio paso a la ira
La contención no fue constante. Después de una estrecha victoria en cuartos de final sobre Checoslovaquia, Beckenbauer pronunció un furioso discurso en el vestuario. “Franz estaba desconsolado. Juró que éramos los mayores idiotas y pateó un cubo de hielo a través del vestuario. No teníamos idea de lo que estaba pasando”, dijo más tarde Andreas Brehme a AFP.
La reacción fue deliberada. Alemania respondió con concentración y disciplina, eliminando a Inglaterra en penales en la semifinal. Pronto siguió el veredicto de Gary Lineker: “El fútbol es un juego simple: veintidós hombres persiguen un balón durante 90 minutos y al final, los alemanes siempre ganan.”
La final, decidida por pequeños márgenes
La final en sí ofreció pocas bellezas. Argentina, sin jugadores clave por suspensión, defendió agresivamente y desarticuló el juego. Los registros oficiales de la FIFA muestran que no lograron crear una oportunidad clara de gol.
A Guido Buchwald se le encomendó neutralizar a Maradona. “Al principio estaba de buen humor”, recordó más tarde Buchwald, “pero luego se volvió cada vez más irritable.”
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El momento decisivo llegó tarde, desde el punto de penalti. Lothar Matthäus, desconcertado tras dañar su bota, cedió la responsabilidad a Brehme, quien convirtió con calma.
Mientras el estadio estallaba, los jugadores se abrazaban. Beckenbauer no se unió a ellos de inmediato.
Por qué la imagen perdura
En años posteriores, periodistas e historiadores volvieron a esa caminata solitaria. Escribiendo retrospectivamente, The Guardian describió a Beckenbauer como una figura que encarnaba la preferencia del fútbol alemán por el orden sin espectáculo, la autoridad sin exceso. La imagen resonó porque contradecía las expectativas.
Capturó a un líder en el preciso momento en que ya no se requería control.
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La carrera de Beckenbauer incluiría más tarde controversias y tragedias personales, pero nada de eso era visible en Roma. Lo que quedaba era una breve pausa: un hombre caminando solo en medio de la celebración, suspendido entre el logro y la liberación.
En el fútbol, los momentos más estruendosos a menudo se desvanecen más rápido. Son los silenciosos, apenas notados en su momento, los que perduran.
Fuentes: AFP, BBC Sport, The Guardian, archivos de la Copa Mundial de la FIFA
