En las últimas tres décadas, la Copa Mundial de la FIFA ha pasado de ser un gran evento deportivo a convertirse en un megaproyecto que cuesta miles de millones de euros. Lo que antes requería una inversión relativamente modesta hoy demanda infraestructuras gigantescas, estadios de última generación y una logística nacional a gran escala. Desde el enfoque pragmático de Estados Unidos en 1994 hasta el gasto colosal de Catar en 2022, la carga financiera para los países anfitriones ha crecido de forma exponencial. A continuación, un repaso a lo que costó cada edición y lo que esto revela sobre la evolución del fútbol moderno.
1994 – Estados Unidos – 995 millones de euros
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El Mundial de 1994, organizado por Estados Unidos, sigue siendo el más económico de la era moderna. Gracias al uso de estadios ya existentes y reformas mínimas, el país pudo celebrar un torneo exitoso sin gastar en exceso. Con récords de asistencia y enormes beneficios comerciales, el evento fue un triunfo rotundo. Desde entonces, ningún otro anfitrión ha logrado igualar tal nivel de eficiencia.
1998 – Francia – 1.990 millones de euros
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Cuatro años después, Francia casi duplicó los gastos. La expansión a 32 equipos exigió la construcción de nuevos estadios y mejoras sustanciales en infraestructuras. Varias sedes fueron renovadas o construidas especialmente para el torneo. El Mundial de 1998 marcó el inicio de una nueva etapa en cuanto al coste financiero del evento.
2002 – Corea del Sur/Japón – 6.960 millones de euros
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El primer Mundial organizado por dos países no fue precisamente barato. Corea del Sur y Japón tuvieron que construir gran parte de sus infraestructuras desde cero, incluidos estadios modernos y sistemas de transporte. La colaboración fue histórica, pero también extremadamente costosa. Ambos países querían demostrar su poder deportivo y económico al mundo.
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Alemania organizó una edición moderna y bien planificada, aunque el gasto superó los 4.000 millones de euros. Se renovaron estadios y se mejoraron considerablemente los servicios de transporte público. Aunque los costes fueron más contenidos que en 2002, el proyecto siguió siendo ambicioso. Alemania supo equilibrar la tradición con las crecientes exigencias de la FIFA.
2010 – Sudáfrica – 3.980 millones de euros
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El primer Mundial en suelo africano fue un hito histórico para Sudáfrica, pero también un desafío económico. El gobierno invirtió masivamente en estadios, carreteras y aeropuertos para cumplir con los estándares de la FIFA. Aunque el torneo fue considerado un éxito, muchos cuestionaron el legado real de esa inversión. Algunos estadios quedaron en desuso poco después del evento.
2014 – Brasil – 15.910 millones de euros
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gastó miles de millones en nuevos estadios —algunos en ciudades sin tradición futbolística— y en modernizar aeropuertos y transporte urbano. Aunque el torneo ofreció un gran espectáculo, muchos brasileños opinaban que el dinero debía haberse invertido en salud o educación. Fue un claro reflejo de las tensiones entre pasión futbolística y necesidades sociales.
2018 – Rusia – 11.930 millones de euros
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Rusia desembolsó casi 12.000 millones de euros para organizar el Mundial de 2018, uno de los más extensos geográficamente. Doce estadios en once ciudades fueron construidos o renovados, junto con grandes proyectos de infraestructura. El torneo se desarrolló sin inconvenientes y recibió elogios internacionales, pero a un precio muy elevado. También fue visto como una vitrina de prestigio político y geoestratégico.
Aucune Coupe du Monde ne s’approche du coût pharaonique du Qatar en 2022, qui a atteint près de 228 milliards d’euros. L’émirat a construit non seulement des stades, mais aussi des autoroutes, des lignes de métro, des hôtels et même une ville entière : Lusail. Le tournoi, à la fois futuriste et controversé, a suscité de nombreuses critiques sur les droits humains et la durabilité. Le Qatar 2022 restera la Coupe du Monde la plus chère – et peut-être la plus débattue – de tous les temps.