Un histórico estadio del Mundial podría ser demolido mientras Italia enfrenta un enorme desafío financiero
Un estadio de otra época
Para muchos habitantes de Verona, el Bentegodi no es solo un campo de fútbol, sino un punto de referencia cultural. Inaugurado en 1963, ha sido escenario de eventos deportivos, celebraciones locales y noches históricas. Su momento de mayor fama llegó durante el Mundial de 1990, cuando albergó los partidos de la selección de Bélgica en la fase de grupos y el recordado duelo entre España y Yugoslavia en octavos de final.
Sin embargo, tras más de sesenta años, su estado físico se ha convertido en motivo de preocupación. Según el diario británico The Sun, el estadio figura entre las instalaciones que Italia debe revisar para cumplir con las exigencias de la UEFA, dado que el país organizará la Eurocopa 2032 junto con Turquía.
Por qué los costos se han disparado
Mantener infraestructuras deportivas de mediados del siglo pasado resulta extremadamente costoso. Los ingenieros calculan que modernizar el Bentegodi, que cuenta con 39,000 asientos, requeriría alrededor de 300 millones de euros para cumplir los estándares actuales de seguridad y rentabilidad.
El alcalde de Verona, Damiano Tommasi, señaló en medios italianos que invertir tal cantidad en un edificio tan antiguo podría no ser la opción más responsable. Según él, una reconstrucción total podría ser más segura y económicamente viable a largo plazo.
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Pero Italia afronta un problema mayor. El gobierno solo ha asignado 200 millones de euros para mejoras en estadios de todo el país, y la mitad de esa cifra ya está destinada a renovar el Estadio Olímpico de Roma. Queda muy poco margen financiero para proyectos como el de Verona.
Una ciudad que intenta reinventar su recinto
El club Hellas Verona ya presentó un proyecto para construir un estadio moderno y multifuncional, apto para conciertos, ferias culturales y otros eventos. Este modelo se ha vuelto común en Europa, donde los recintos buscan generar ingresos durante todo el año.
No obstante, el costo estimado ronda también los 200 millones de euros, por lo que la ciudad necesitaría apoyo público adicional o inversionistas privados. Durante las obras, el equipo tendría que trasladarse a un recinto temporal más pequeño, afectando los ingresos por entradas y a los comercios que dependen del flujo de aficionados.
Un debate entre tradición, dinero y visión de futuro
La discusión sobre el Bentegodi refleja un dilema presente en muchas ciudades europeas. Los estadios históricos suelen tener un enorme valor emocional y cultural, pero adaptarlos a las normas de seguridad y a la economía del deporte moderno resulta cada vez más complicado. Los defensores de su conservación hablan de identidad e historia, mientras que los planificadores urbanos recuerdan la magnitud de los costos y la presión internacional.
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Por ahora, el destino del Bentegodi continúa sin resolverse. Verona deberá decidir si protege un símbolo querido por generaciones o si apuesta por un proyecto completamente nuevo que responda a las exigencias del siglo XXI.
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